domingo, 6 de diciembre de 2009

Donde no llega el hombre con sus jaulas, ni la maquinaria de la supervivencia

Ayer temprano en la mañana me pasaron a buscar José (el médico) y Tony, (un muchacho de mi edad más o menos) que es uno de sus amigos y discípulos, por aquí por Santa Marta, y partimos en auto hacia la famosa finca.

Ésta queda en las montañas, y se llega por una ruta que va hacia la frontera con Venezuela, a unos 50 km de donde están mis bases. El recorrido, como se imaginarán, es sinuoso, curva y contra curva, con la salvedad que éstas montañas no son como las que conocemos, ya que el ecosistema que se crea en ellas es de selva tropical, de una exhuberancia incomparable, paisajes nunca antes vistos por mis ojos, variedades de flora que nunca había contemplado. Se ve como si colgaran los jardines del Edén desde ellas…es algo que no sé cómo describir, (y a partir de ahora, en este relato eso me va a suceder a menudo). Cuestión que, ya el camino, despertó mi fascinación. Hacia un costado, por momentos, se puede divisar entre los valles y a lo lejos, el mar con playas vírgenes; hacia el otro, la cadena de montañas, con sus selvas y plantaciones de banano y otras especies.

Al rato, llegamos a lo que se denomina la Quebrada de María, allí estacionamos el auto en un cacerío sobre la ruta, bajamos los petates… y aquí comienza la verdadera aventura…

Aclaro que yo no tenía ni la menor idea de dónde quedaba la finca, ni qué me iba a demandar llegar a ella.

Y la cosa arrancó…A caminar señores… emprendimos la marcha por un sendero montaña adentro, siempre costeando un arroyo pedregoso y transparente, a medida que más nos adentrábamos en la espesura, más mis ojos y mente se embobaban… yo no podía creer lo que estaba viendo.. plena selva tropical…húmeda, calurosa, el insecto más pequeño tenía mi tamaño más o menos, subidas y subidas por caminitos por los que solo entran los pies…la vegetación esplendorosa…flores, mariposas de todos los colores… árboles gigantes, sombra fresca…, piedras, barro, el ruido del arroyo. Señores…sentía que realmente estaba llegando al jardín del Edén y eso tenía un precio… Mi falta de estado físico, el cansancio de mis piernas, la sed, subir y subir…, los bichos, (desconocidos), que se te pegan directamente a la piel y a la ropa. (Mis pensamientos eran constantemente contradictorios y tenía que enfrentarme a mis propios conceptos aburguesados de fina comodidad de continuo: “qué mierda estoy haciendo acá”, “estos bichos del orto”, “mis piernas no dan más”, “me quiero ir ya”, “no les puedo seguir el ritmo de marcha”, “me voy a desmayar”, “ahora se me va a aparecer una víbora”, “esto me da miedo”… era una pelea codo a codo y palmo a palmo contra mi misma. (Si me hubiesen dicho qué debía hacer para llegar, seguramente decía que NO). Pero PUDE.

Luego de una hora y media de marcha, terminamos por fin de subir… y ahí estaba la finca.

La finca son 4 paredes con techo de chapa a dos aguas, sostenida por troncos de árboles de la zona, con paredes de material. Por dentro está dividida en dos, un área que hace de cocinita y comedor, y otra, de dormitorio. Por fuera, un patio cubierto, (de chapas también), una rusticidad absoluta. Allí no llega la luz eléctrica ni el agua, por lo que se utiliza el AGUA DE VERTIENTE que corre a través de unas mangueras, (un laburo de locos). Así es que “el baño” lo conforman unos cuántos árboles a los que se le improvisó una ducha con una de estas mangueras, y un inodoro, pero eso sí, con vista a la eternidad. Una locura estar tomando un baño ahí, no se lo pueden imaginar, Tarzán un poroto. Lo mismo está improvisada una especie de mesada de material con magueritas para lavar platos y ropa.

Ahora, lo tremendo era mirar alrededor… el paisaje era un cuento surrealista a esta altura, ves caer jardines (literal) desde las montañas.. que ni el mejor paisajista puede reproducir. Los ruidos de los animales, las aves, colibríes que nunca ví, flores que nunca ví. José también hizo su labor…plantó cretonas de todo tipo y color, junto con rosas de todos los colores, que no puedo describir…sencillamente, no puedo, escapa a mi lenguaje fotografiar esa belleza, nunca observé cosa igual. (Aclaro que la finca consta de 15 hectáreas).

Tal que desensillamos, preparamos café , hicimos limpieza, descansamos un poco… y para mi sorpresa..la cosa no terminaba ahí. Me dice José.. VAMOS PARA ARRIBA.. y yo… QUÉEEEEE ¿!?!!??!, de solo pensar en seguir subiendo se me bajaba la presión al subsuelo, mi estado físico era deplorable. Me dolía hasta el pelo sencillamente…Las piernas me temblaban.. le dije: no voy a poder, y José me contestó: tienes que recibir el premio…

Subí entonces con grandísimo esfuerzo… y para mi grandísima sorpresa, me encuentro al final de la escalada, con una terraza indígena, en medio de un jardín paradisíaco, desde donde se ve el océano… y allí.. una gran “maloca”, (maloca es una construcción circular, techada, con piso de tierra. En su centro se enciende el fuego, y alrededor de él se encuentran piedras equidistantes que también forman un círculo. Es el sitio sagrado donde las tribus que habitaban la zona realizaban sus rituales chamánicos), por Dios… solo atiné a llorar..lloré largamente…me sobrepasó la emoción, el cansancio, la belleza.. era tanto demasiado para abarcar por mi pobre ser… Y luego, José hacia un costado me hace mirar y me dice: aquí está la “yagé”, una planta del tipo enredadera, gigante y llena de flores, que es la famosa “ayahuasca”, una de las “plantas de poder” de las antiguas culturas, él trajo del Amazonas en uno de sus viajes y la plantó ahí. La ví y quedé literalmente extasiada.

Al rato de mi “des-carga”, José me dijo: tranquila, serénate… ésta noche viene lo mejor. Recitamos unas oraciones de agradecimiento, permanecimos allí largo rato, y luego bajamos nuevamente a la finca.

Encendimos fuegos para apartar los insectos, comí frutos de los árboles de ahí que no se pueden creer, almorzamos arroz con verduras que José cocinó, tomé un baño en medio de la selva con agua de vertiente, limpiamos un poco los terrenos de malezas, y antes del anochecer, subimos con las hamacas hacia la “maloca”, ya para pasar la noche.

Allí, José y Tony prendieron el fuego central y luego nos dispusimos sencillamente a descansar cada uno en su hamaca, en total silencio y contemplación del entorno. Imposible de creer que a esa distancia y altura se escuchase el romper de las olas del mar, mezclado con trinos de aves y otros animalitos. Al cabo de un par de horas, que ya oscurecía casi totalmente, José empezó a hablar y a enseñarme cosas de los antepasados de éstas tierras, oraciones, cuestiones de la armonía con el entorno, debatimos sobre el ser humano, temas existencialistas y metafísicos, fue algo tan pero tan rico. Me enseñó tantas cosas!. Es increíble como un médico que practica la medicina tradicional, a su vez sea un chamán, (hace 18 años está en contacto y aprendiendo con maestros indígenas del Amazonas, justo hace un mes volvió de su último viaje), practique acupuntura y conozca casi todas las propiedades medicinales de las plantas del entorno. Mientras charlábamos, se veían luciérnagas tamaño gigante, amarillas, verdes, azules. Cuando la noche era ya cerrada, el cielo un espectáculo aparte. No es el mismo que vemos en Argentina ya que éste es hemisferio Norte, y a esa altura y en esa oscuridad hasta pude ver infinidad de cometas, entre otros. Sí… sentí que tuve una visión del paraíso.

Al correr más el tiempo José me dice…Celeste, todavía no es tu momento para pasar por la experiencia de la ayahuasca, por lo que esperaremos un poco más, si te parece. A lo que contesté que confiaba absolutamente en su ojo y sabiduría, con lo cual, no probé el brebaje, pero sí presencié la ceremonia, de la cual me hizo participar.

Algo único, realmente, los cantos, movimientos… Vertió sobre mi una porción del brebaje y luego me lo esparció con una especie de ramita que él porta. Al rato, untó en mi mano izquierda un ungüento que tuve que restregar y luego esparcirme por la ropa, tenía un aroma fresco exquisito. Luego, pasó un humo sobre mi cara, con una rama encendida de la que no recuerdo el nombre, muy aromática también, me dijo que todo era para armonizarme y despedir viejas malas energías. El siguió con su ritual y yo lo seguía atentamente. Tony que también estaba allí, como estaba muy cansado, tampoco bebió ayahuasca, aunque él está ducho en la materia hace rato. Luego José giró alrededor del fuego tocando una armónica y trabajando con energía alegre; algo increíble: fue a partir de ese momento que empezaron a cantar los grillos que hasta entonces no se habían escuchado.

Al finalizar, permanecimos nuevamente cada uno en su hamaca hasta el nuevo día y regresamos.

Y aquí estoy yo, relatándoles esto. A la espera de la segunda parte de un nuevo privilegio en el corazón del paraíso.

Crecer espiritualmente es desgastante y es duro, pero les aseguro que todo precio es poco por intentar elevar nuestra conciencia cada día un poco más. Despertar.

Siempre toca llegar…

.

(Te hice caso Pablo, y gracias).

4 comentarios:

  1. que lindo cele, todo, me imagino lo que debe ser una expriencia asi y encima lo que va a ser obvio completarla. en realidad no, no me imagino pero me encantaria saberlo mujerr.
    un abrazo GRANDE y FUERTE

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  2. diego7/12/09

    casi como las puertas d huxley, no? q loco, q flash!! mientars t lei me lo imaginaba.. q hermoooooooooooooooooooooooooooooooooossssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssooooooooooooooooooooooooooo!!!!!!!!!!! quiero mas escritos y anecdotas!!!!!!!!!!!!

    cuidate!!
    beso grande

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  3. Anónimo7/12/09

    Lamento haberte leído tanto y conocerte tan poco, siendo un librepensador jamás te diría I wish you were here, por respeto y de eso intenté se tratara, el viento solo abraza a quienes intentan despegar.
    Que te abrace el viento
    Furtivo

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  4. Jani, cuando complete...te vas a enterar !! ji ji ji. Diego, graciaaaaaaaaaaass !!

    Marcelo, no alcanzo a comprender qué me querés decir..?, pero todo bien, gracias!

    Saludoss !

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